domingo, 17 de noviembre de 2013

Sin dormir

Escribo este post con solo 5 horas de descanso encima, por eso no se tomen al pie de la letra lo que vaya a escribir, porque seguro que será mi inconsciencia que duerme plácidamente y me manda su sueños a través de estas manos que escriben.

Durante estos tres días han pasado muchas cosas, cosas que no dejan de bagar por mi mente libremente. Cosas que están acompañadas de imágenes que quiero borrar y no volver, ni a vivir, ni a ver.

Siempre hablo del camino de la vida, y hoy más que nunca lo tengo presente. Presente porque a veces es el camino más injusto y duro que puede existir. Hoy pienso que hay cosas por las que uno no debe pasar...

Decir adiós es duro, todos lo sabemos, pero más duro es dar un adiós definitivo. Esa clase de despedidas son desgarradoras, te invaden el cuerpo, te paralizan, no te dejan actuar, es el dolor quien invade cada célula y poro de tu piel. No puedes hacer nada, simplemente esperar a que se pase y que el recuerdo de ese adiós se haga menos doloroso con el tiempo.

Creó firmemente que aunque no volvamos a ver a alguien, siempre estamos y estarán con nosotros. Porque cuando quieres a alguien forma parte de tu corazón, y eso siempre va a estar contigo, te va a acompañar hasta que de su último suspiro. Ese suspiro que se lleva con él toda una vida.

Seguramente este muy cansada como para poder decir algo más bonito o algo que alivie un poco más el dolor. Pero hoy me voy dejando una frase que me vino a la cabeza cuando su último suspiro llegó:

"Y cayó, como la hoja de aquel árbol al que tanto amaba"

No hay comentarios:

Publicar un comentario